Dicen que "Lo que natura non da Salamanca non presta", aludiendo a la necesidad de contar con ciertas condiciones intelectuales para estudiar en la universidad. Lo recordé hace poco, cuando un alumno de periodismo confesó a su profesor, en mi presencia, que no tenía facilidad para escribir, ni menos para leer.
Aunque el reconocimiento de su inhabilidad para esta profesión me quedó claro de inmediato, me pareció increíble que cursara el cuarto año de la carrera ¿Cómo había ingresado a estudiar allí si no tenía habilidades para escribir? ¿Cómo había permanecido y aprobado los cursos durante tanto tiempo?
La primera respuesta me la dio sin querer un profesor de planta de esa escuela, cuando le pregunté sobre el examen de selección para entrar a primer año: "Sólo se conversa con ellos, para detectar si tienen problemas psicológicos-me dijo- pero ya no hay pruebas de habilidades de lenguaje, ni de actualidad, como antes. La matrícula ha bajado mucho y no hay que poner problemas".
De acuerdo a la información obtenida, esto sucede en algunas escuelas no sólo de periodismo, ya que en algunas universidades se privilegia lo comercial sobre lo académico. Esto respondió mi segunda pregunta. Hay casos en que esos establecimientos dan tantas facilidades para que los alumnos aprueben las cátedras, que éstos tienen hasta tres oportunidades de examen final en cada semestre.
La idea, aparentemente, es que las promociones se renueven y la universidad funcione, recibiendo los ingresos necesarios para subsistir. También, evitarse problemas con los alumnos.
Algunos profesores, sometidos a tomar exámenes tres veces cada semestre, optan por hacer evaluaciones más simples y aprobar de inmediato a los alumnos. Como éstos perciben cuáles son las reglas del juego, no se preocupan mucho de estudiar: al final aprobarán de todas formas: "la fulanita no viene nunca a clases y siempre sale bien”-comentan. Además, afirman ellos, "la asistencia corre sólo en el reglamento, porque en la práctica no se aplica".
La calidad de profesionales que está saliendo de algunos establecimientos de educación superior, es un problema nuevo para una sociedad como la nuestra, donde estas instituciones, en general, tienen un prestigio merecidamente ganado por el esfuerzo de muchas generaciones. En el caso del periodismo, los profesionales con una mala formación representarn un serio peligro ya que por ignorancia o falta de preparación pueden escribir informaciones erróneas, poco rigurosas o mal redactadas que produzcan equívocos, lleven a la deshonra de las personas e instituciones o conduzcan a la toma decisiones equivocadas. Además, si por cualquier razón ajena a la calidad, alcanzan el cargo de editor, no tendrán la formación apropiada para conducir a un grupo de profesionales en una misión tan importante como la de informar a la comunidad.
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