Muchas generaciones de chilenos fueron educadas en la cultura del ahorro que se iniciaba con la apertura, al nacer, de una libreta del Banco del Estado, sucesor de la Caja de Ahorros. Así se enseñaba a los niños, apenas crecían un poco, que debían depositar los pesos que reunían en su alcancía: un chanchito de greda o un buzón con llave, que sólo se abría cuando estaba repleto de monedas. La cultura del ahorro y el pago oportuno de las cuentas era motivo de orgullo para los nacidos en este país y constituía un signo de honestidad.
Al contrario de lo que antes ocurría hoy ,por intereses comerciales de algunas empresas, personas que no son de su familia incentivan en los jóvenes el endeudamiento, mediante la apertura de tarjetas de crédito, antes que siquiera tengan los ingresos suficientes para pagar sus mensualidades. Se forma así una cultura de la deuda y de la irresponsabilidad, ya que lo que ellos gastan deben pagarlo sus padres, por temor a que se manchen los antecedentes comerciales de sus ingenuos hijos.
El otro día escuché a un joven que contaba que no tenía cómo pagar su almuerzo. La razón me pareció curiosa. No era que se hubiera acabado el dinero de su mesada sino el cupo en su tarjeta de crédito que, al parecer , consideraba como parte de su presupuesto mensual .
A los chilenos mayores les parece increíble que esto suceda, porque supone que el crédito sólo se ocupa para gastos grandes e indispensables, siempre que se tenga el ingreso mensual suficiente para responder al pago de las cuotas que la deuda va a generar. En caso contrario, cuando los gastos no son de primera necesidad, algunos expertos dicen que sólo conviene ocupar la tarjeta para comprar y pagar a fin de mes o en tres cuotas sin recargo.
El uso de instrumentos de crédito produce intereses que aumentan notablemente el precio de las cosas, perjudicando a quien las utiliza a largo plazo. Más aún, si el monto excede su posibilidad de pago. Las revistas de consumidores demuestran cómo comprando con este sistema, a veces se cancela, además del precio de lo adquirido, el valor de otro producto, sólo por concepto de intereses.
Por otra parte, el sistema actual de trabajo hace que la estabilidad en éste sea mucho menor que antes, por lo que es frecuente perder la fuente de ingresos. Esto significa, en caso de endeudamiento, que no sea posible responder el pago de las cuotas y el comprador se incluya en listados que manchan sus antecedentes comerciales, lo que le puede impedir hasta el ingreso a futuros trabajos.
Como en nuestro país, en muchos casos se opta por vender el sillón de don Otto, del conocido chiste, no falta quien proponga como ha aparecido en los medios de comunicación estos últimos días, que la solución es suprimir el Boletín Comercial. Así nadie sabe quién no paga sus deudas a tiempo.
Quizás sería mejor pensar en un regreso a la cultura del ahorro y del cumplimiento en los pagos, la misma que hoy se usa en países desarrollados y exitosos donde personas, más cultas e informadas, están poco acostumbradas a vivir a crédito. ¡ Por algo será...!
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