Las mujeres constituyen, según el Censo 2002, un poco más de la mitad de los chilenos. De ellas, un tercio son jefes de hogar y casi se ha duplicado en los últimos diez años, el número de las que han pasado por la educación superior. [1]Sin embargo, aún hay quienes creen, con o sin razón, que se les puede mantener en calidad de bellas durmientes o en estado vegetal, como se diría ahora, a la espera de un príncipe que solucione sus problemas.
La droga para lograr este sopor se canaliza, en parte, a través de los medios de comunicación que, con el fin de acrecentar la publicidad que los sustenta, les entregan contenidos adormecedores y las mantiene entretenidas con una promoción cada vez más abundante de productos de consumo; dietas para adelgazar, muchas veces innecesarias; comentarios sobre la vida privada de nobles o artistas; y la teleserie de turno.
Leer o escuchar estos contenidos no hace ningún daño a quienes están en estado de alerta y saben los intereses que se mueven tras ellos, pero pueden convertir en marionetas a quienes no los conocen e invierten su tiempo y energía en aplicar todo lo que se dice o recomienda en la publicidad o en los artículos más livianos.A veces, incluso, puede llevar su salud a límites inconvenientes.